lunes, 22 de noviembre de 2010

Hacia atrás o hacia adelante

-Rápido, sirva más vino del de antes, que ando sediento del camino andado.

-Si permite usía mi indiscreción... ¿Qué le trae por estos pagos?

-Soy el Intendente Mayor de las Reales Obras y trabajo para los despachos de mi Señor don Francisco de los Cobos, secretario imperial y Comendador Mayor de Santiago. Desde hace unos años, esta villa ha sido tocada por las gracias de Nuestro Señor don Carlos, que en 1526 dio merced de impuestos específicos para levantar una muralla e hizo posible que contaran con un pósito, y protegió del infiel estas costas con cien ballesteros bien armados... Y ahora quiere saber en qué términos avanzan los lienzos de su muralla y de sus guarecimientos con las que Nuestro Emperador quiso dotar a esta Villa. De modo que busco fonda en la que pasar los días que me ocupen en dar parte de las obras, mientras que me entrevisto con el Vicario Gonzalo de Herrera que se hizo responsable de la misma.

-¡Adiote, Cielo Santo! Disculpe vuesencia el trato que no reparé en la calidad de nuestro huésped. Si me permite la licencia, le diré que no es esta la muralla que esperábamos, por ser muy lenta su obra, porque llevemos ya dos años de obras sin avances al respecto, y porque pagamos gravosos impuestos para alcanzar a verla concluida, yéndosenos en el ánimo de no vivir para ver sus muros erguidos ante nuestras viviendas. Por la calle que llaman Real (*), las casas sirven de muralla, y son menos cada día los obreros venidos a trabajar en su trazado. Hace siete años tan sólo, tuvimos visita infiel y muchos habitantes se fueron con los piratas de allende Berbería que nos atacaron.

[...] Cada vez, mi señor, cuesta más vivir. Y no digo que no gocemos de las cuitas de Nuestro Soberano, pero figúrese qué descontento, que no hará ni diez días que al fin se ha dispuesto una dehesa para ganado vacuno del que alimentar a la población, que prometieron los abuelos de Nuestro Emperador. Y ha ya años que sus reales cuerpos descansan en Granada. Si es verdad que tenemos ya pósito, y que un nuevo torreón más alto hace que el repicar de campanas de nuestra Iglesia sea sonoro y útil, pero por mar vienen peligros y son pocos los vecinos que llegan dispuestos a labrar la vega que antaño alimentara esta tierra.

-Comprendo sus miedos, tabernero, pero yo soy poco más que un mandado... Mi labor, informar a mi señor, para que este haga lo propio al suyo, sobre las murallas que han de guarecer a sus súbditos de Motril. Me hablan de pinturas y obras de don Pedro de Machuca, que goza de las gracias del mismo Emperador; me hablan de las excelencias de las capturas que hurtan estos vecinos al mar. Y de las moreras que se han recuperado. Y es buena señal estos siete años sin notar ataques piratas que...

-Disculpe Vuesencia, que una cosa es “sin notar” y otra que no los veamos y sintamos el miedo en el cuerpo.

-Sin notar que para eso están las Reales Galeras provistas de ballesteros, arcabuceros y hombres de guerra por las costas de este Reino. Confíe amigo tabernero en que todo mejorará así pasen los años, que allá donde España pone a sus tercios, se asusta Europa. Que allá donde oyen ¡Santiago!, palidecen las ciudades, y que no hay rincón que no sepa del poder de la Cruz roja de San Andrés de nuestro español pendón. Cuanto más sabrá darle a esta villa Nuestro Señor, lo que necesite para bien de sus súbditos...

-Esperémosle del cielo, mi buen señor. Sabe, estos hijos de esta villa, llevan esperando pacientemente cuanto les dicen, y hartazgo es lo que nos sobra de espera.

-Habíanme dicho de la jocosidad de los motrileños, y Voto a Dios que es cierta. ¡Tabernero, llene y brinde con nos por el porvenir!

(*) La actual Cardenal Belluga

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