lunes, 15 de noviembre de 2010

Historia de la primera promesa incumplida

Una mesa pesada de roble presidía el habitáculo. Era ya noche cerrada, y apenas si la libra de cera que soportaba el candelero, forjado en bronce, iluminaba la estancia. En la pared frontera a la puerta, lucía una tabla pintada con el escudo que consintieron otorgar a la villa, un castillo sobre fondo rojo que era bandera o pendón de Motril. El edificio, ruinoso, no era decente para albergar al Capítulo municipal, y ya ni siquiera podía rezarse antes de cada sesión en la Iglesia de Santiago, desde que esta se mantuviera cerrada tras la consagración de manos del bachiller Herrera de la nueva Iglesia, en la Plaza de la Villa.

Preparaba la sesión del siguiente día el corregidor, para la que estaban citados los señores justicias o regidores ese 20 de septiembre de 1518, viernes. Empezó a dictarle al escribano Rodrigo de Haro, con toda la parsimonia posible, acercándose las notas a los ojos, mientras recordaba cuanto empezaba a progresar una villa que pocos años antes había quedado abandonada por sus habitantes, que no por la corona:

Al excelente Señor don Hernando de Girón, veinticuatro de Granada y oidor de la Real Chancillería, al que Dios guarde muchos años:

Bien sabe su merced que esta villa de Motril lleva años pleiteando con el moro, desarmando las fustas que amenazan las costas del reino y labrándose un porvenir, con la ayuda de Dios y de Nuestra Señora la Reina Juana y Nuestro Señor Fernando de Aragón, de grata memoria en sus vecinos.

El pasado trece de marzo del año de Nuestro Señor que corre, mandó este Cabildo sus procuradores a la corte, para que se tuviera en cuenta la petición de no depender del Cabildo de Granada en todo cuanto ha menester para esta villa. Hoy, elevamos a su merced esta misma súplica, dándole cuentas de las muchas cosas que adelantamos en beneficio de las Españas y del reino de Granada. Entre otras, la nueva atalaya para el control de las procelosas aguas que nos limitan, que mandó hacer la reina hará tres años y llamamos Torre del Mar, camino de Castell de Ferro.

Item, como ya hace un año hemos restablecido los libros capitulares que guardamos bajo tres llaves en el edificio del cabildo. Que hará también un año, disponemos de un modesto, limpio y adecentado hospital de buena fábrica, que sus mercedes los Reyes Isabel y Fernando decidieron sostener y acogimos a su patrocinio, ya concluido bajo el nombre y protección de Nuestra Señora de la Paz. Que tenemos capitán de infantería y de jinetes, que gobierna don Gil González de Quesada con tino y maña y son ya ocho los años de paz y de orden en nuestra villa y sus alquerías.

Que nuestra vega y sus pagos, y sus huertas y sus tierras, producen ya azúcar, como antaño, aprovechando las aguas de las acequias que nos dejaron los moros y siendo tan del interés de nombrados personajes de los reinos de España, que hará medio año compró la respetada Beatriz Galindo que dicen la Latina, preceptora que fue de Su Majestad la Reina Isabel, un molino de harina que llamamos de Lieña.

Que disponemos de alhóndiga, carnicerías, pósito y demás edificios del interés en la plaza de la villa y frecuentan tanto los cristianos nuevos como los viejos, siendo los primeros de menos número ya en la población, al tiempo que esta se recupera y acrecienta y está bien atendida espiritualmente de manos de nuestro vicario el Bachiller Herrera y los beneficiados de la Iglesia.

Y que es tanta nuestra contribución a este Reino, sin demorar esfuerzos en la protección y salvaguarda de nuestras costas y en el asiento de cristianas familias en las tierras que no ha tanto estuvieren despobladas, que hemos merecido y así lo creemos, el reconocimiento de manos del Real Consejo a través de su Chancillería de Granada, para que Motril disponga de sus haciendas por sí, sin dependencias que menoscaben su autoridad.

Así, sabedores del celo y buen hacer de su excelentísima persona y de cómo sabrá llegar a quien deba este ruego que ahora elevamos esperándolo del cielo, reciba de manos del Cabildo de Motril sus mejores parabienes y sepa que no cejaremos en repetirle a nuestra Madre de la Ermita del Cerro del Castillejo nuestros mejores deseos para que Ella se los otorgue a vos y a su pueblo de Motril.

El corregidor calló. Afuera aguardaban los regidores Fernando Alfaquí, Juan el Gazí, Luís de Berrio, Rodrigo Gil y el mayordomo Alonso de Ureña. Cuando el escribano Rodrigo de Haro abandonó la sobria y casi en penumbras estancia, estos demandaron con la mirada, una respuesta del máximo dignatario de la villa:

-Señores, algún día, este pueblo será escuchado...

No hay comentarios: